El héroe, el poeta, la esperanza y el miedo
Podemos decir que no existe el poeta sin miedo. Podemos afirmar también que no ha nacido el héroe sin sueños. José Martí fue, alegre coincidencia, las dos cosas.
Podemos decir que no existe el poeta sin miedo. Podemos afirmar también que no ha nacido el héroe sin sueños. José Martí fue, alegre coincidencia, las dos cosas. El final de un héroe es medianamente conocido. El de un poeta, algo menos. Alguna vez le preguntaron a Umberto Saba, poeta italiano: ¿Qué les queda por hacer a los poetas? Respondió: “Escribir poesía honrada”. Les comento esto porque Martí en el prólogo de Versos Libres escribe “La poesía tiene su honradez, y yo he querido ser honrado”. Además en un poema del mismo libro dicta “yo soy honrado, y tengo miedo”. La honradez y el miedo. Singulares características para un héroe que inspiro la independencia cubana y murió por ella combatiendo después de ser exiliado y de viajar por España, Francia, Venezuela y Estados Unidos. Esas son las claves de la poesía martiniana, un compromiso heroico y la autonomía modernista.
Del interior del poeta surgieron dos libros: Ismaelillo y Versos sencillos y un gran número de poemas sin publicar en los que intenta usar un estilo nuevo para cada estado de ánimo: el porvenir representado por la nueva poesía y por su hijo, separado de tras una ruptura familiar, en Ismaelillo: “Hijo soy de mi hijo! Él me rehace!”, el existencialismo de los Versos libres: “porque es grave / Cosa esta vida, y cada acción es culpa'; ‘Ando en el buque de la vida: sufro / De náusea y mal de mar” y el carácter testamentario de los Versos sencillos o de Flores del destierro: “Está vacío / Mi pecho, destrozado está y vacío / En donde estaba el corazón. Ya es hora / De empezar a morir. La noche es buena / Para decir adiós. La luz estorba / Y la palabra humana. El universo / Habla mejor que el hombre”.
José Martí introdujo, años antes que Rubén Darío y Azul, el simbolismo de la poesía europea en la literatura hispanoamericana. Ivan A. Schulman* afirma que la expresión simbólica y cromática de José Martí gira sobre dos ejes:
“De uno fluye una escritura de paisajes visionarios y de realidades introspectivas engendradas por la necesidad apasionada e individual de ver antes de escribir. Del otro eje, nace una expresión que, en lugar de responder en primer término a los vaivenes del fondo anímico individual, marca el compás de las transformaciones sociales de la colectividad cuyas imágenes arquetípicas están reflejadas en proyecciones lingüísticas sujetas a la metamorfosis constante”.
Lo que es muy poco conocido. Y a pesar que gana fama por sus canciones “Yo soy un hombre sincero / de donde crece la palma”… El real Martí se encuentra en los escritos de arte mayor. Allí se encuentra el conversacional, el afligido: “… el misterio / En una hora feliz de sueño acaso / De los jueces así, y amé la vida / Porque del doloroso mal me salva / De volverla a vivir”.
Junto al Martí moderno, desilusionado, desconfiado y cosmopolita se encuentra el Martí modernista que canta a la belleza, la noche y el otoño. Su naturaleza es la búsqueda de la conjugación de la analogía romántica que cree en el elemento esencial y en la cosmología de las cosas del mundo con la ironía de una modernidad desconfiada y consecuente de la desintegración de esas mismas cosas. Como heredero del romanticismo, antes que de la vanguardia, el modernismo, es decir, el simbolismo, es quizás el último rezago de la cultura occidental en el que se mantiene su sentido antiguo en términos como visión. En Martí, además, la analogía pasada por la Historia concede un entendimiento que convierte la moral individual en colectiva. Ahí aparece el héroe, ahí aparece el poeta, la esperanza y el miedo.
*Schulman, Ivan A. El simbolismo de José Marti: Teoría y lenguaje, 1978.