#ElPerúQueQueremos

Escribir

Cada columna publicada es una victoria y cada error una derrota.

Publicado: 2015-01-16


Me alegra que aún queden lectores que, desde una perspectiva muy amable, corrijan a los practicantes que se equivocan como yo. Hace un par de semanas recibí un comentario en el que se me advertía del error que cometo al redactar un texto. Comienzo hablándole a ‘usted’ y luego lo tuteo. El mensaje, corto y educado, “con mucha pena tengo que decirle…”, no tiene nada que ver con las usuales afrentas que recibimos los redactores desde que confrontamos la opinión de un seguidor. Existe tanta crítica sin sentido que cuesta a veces leer recomendaciones de quien nos recuerda nuestra posición de redactores y, sobreentendido, la necesidad de escribir bien. Dicen que lo que está delante de nosotros es lo más difícil de ver.

No me había repuesto de la crítica tan bien señalada del lector, cuando mi editor me mandó un mensaje en el que me reprochaba que “quieres escribir una columna literaria y utilizas una introducción a modo de crónica, tienes que cuidar eso”. Acepté mi error y lo agradecí antes de caer en el desánimo. Antes, no cometía tantas faltas al momento de redactar un texto, y si me sentía inseguro, siempre un buen profesor o mi madre, que también es profesora, me sacaban del apuro.

Yo aprendí a escribir por el respeto que le tenía a mi maestro de literatura en secundaria, de nombre Arturo Córdova, un incomprendido que me enseñó que se puede vivir de mejor manera si se hace lo que uno ama. Empecé a escribir con lápiz y tuve algunos hasta que me di cuenta de que no era la manera más pulcra. Pase a los lapiceros, azul para el texto y rojo para mis correcciones. Por supuesto que escribir, sin enmiendas posteriores, era un reto apasionante. Recuerdo que, aún en segundo de secundaria, me regalaron a modo de castigo un cuaderno de caligrafía que complete a regañadientes; ahora me rio. Hace unos días, recuperé un juego de cartas que por diferentes razones nunca envié, aunque todas para personas especiales. La letra nos es del todo clara y no está alineada, pero no encuentro faltas, ni yo ni nadie. Me toca la nostalgia porque en todas las palabras, en cada una de esas cartas, dejaba mi vida. Tenía que pensar cada una de las expresiones en un ritual que demanda precisión y dedicación. Las cartas de esa época eran un acto de emoción contagiosa, deseo y fe. No hay un gesto de mayor confianza en un amigo que el de escribir una carta para quien nos sabe hacerlo en su nombre.

Las computadoras en el Perú son ya de manejo masivo hace más de veinte años pero hay quien se resiste a su uso. No se reniega de las nuevas tecnologías, geniales si se hace un buen uso, sino de que estamos resignando nuestras capacidades para entregarnos a una comodidad automatizada. Ya no ejercitamos la memoria, la lectura, la conversación, y nos sometemos a una máquina que es muy diferente a la metodología que usamos en nuestra infancia. En mi caso, la computadora ha maquillado mis errores, pero deje de tener esa conversación con un profesor, que de seguro haría que no reincidiera en el error. Yo escribía mejor cuando tenia la certeza de que sería una persona quien me diera el visto bueno, y no una maquina que no entiende de estilo, de juegos ni de giros gramaticales.

Me parece que la prensa de antes era mejor redactada y no creo que sea casualidad. Me he enterado que ya no utilizan editores para reducir costos y que cada escritor se debe hacer responsable de su texto. Se ha economizado en el lenguaje y se le da más importancia a una noticia entendida antes que bien redactada. Ahora he perdido seguridad y he ganado dudas. Como habrá sido la época en que el contenido era el sudor de su autor y personalidad. Esa época en que nadie cuestionaba a la prensa escrita.

Me reconforta saber que SIGNOS EN ROTACIÓN, aunque virtual, cuenta con editores y que tendré la suerte de ser corregido por uno de ellos. Necesitaré de su ayuda y de sus apuntes, imprescindibles para relacionarme con el lector. Así podré recuperar mi confianza en la escritura y no culparé de mis errores a la máquina. Cada columna publicada es una victoria y cada error una derrota.


Escrito por

Oscar Pozo

Inconforme, pecador impenitente, fumador y escritor de cuentos que no puede publicar.


Publicado en

Metiendo Mano!

Mis artículos, columnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias.